Imagino un precipicio,
donde a veces me siento
con las piernas colgando
a charlar con mi neurona
y en tono picajoso,
esta me pregunta
en si me he parado a pensar
en lo que el niño,
que antes habitaba en mí
podría pensar de un tipo
con cuatro pelos, no más,
y con las patas colgando
del borde de un abismo.
Qué llegaría a pensar,
de saberse responsable
del timón de una nave
que no sabe pilotar.
Qué no llegaría a pensar,
de saber que el tiempo
a la mitad de los sueños
corta las alas,
desplumando al resto
para que así no alcancen
las estrellas tan ansiadas.
Como se le podría explicar
que elija la profesión
que se elija, debe
convertirse en prestidigitador
para que así sea más fácil
hacer de tripas corazón,
sacar fuerzas de tus miedos,
de la oscuridad, sacar luz.
Que haga un curso
acelerado de superhéroe ,
para así sobrevolar la mugre
y con su vista de rayos equis
aprenda a mirar lo más valioso
en las personas, su interior.
Que no tenga prisa
la vida es larga,
larga como un suspiro,
y que si algo le duele,
que lo celebre con ganas,
es señal de que está vivo.
También que tenga presente
que la tierra firme,
siempre, siempre,
tiene al borde un precipicio.
Que podría
pensar de mí,
que soy torpe
pues caí,
que soy débil
pues lloré,
que estoy triste
pues perdí.
Que piense,
que yo sigo haciendo
mi camino,
por mi borde,
de mi precipicio.
RMA