Algunos dicen
que cuando es dicha
la palabra muere.

Yo digo, en cambio,
que justo ese día
empieza a vivir.

Emily Dickinson.

Parafraseando a la Sra. Dickinson me gustaría que estos ripios que ahora comienzan a volar por sí mismos no mueran en el olvido, sino que sean capaces de anidar en el corazón de alguien que les de calor y cobijo.

Nicanor Parra





No he podido resistir la tentación de poner aquí esta pildorita del gran poeta chileno Nicanor Parra y lo traigo con una Advertencia  muy seria, a la vez que deliciosa por la ironía que destila en algunos de sus versos “Antipoéticos”:
“El autor se da a entender a estornudos”, o
“En vez de suspirar en estas páginas se bosteza”.
Igualmente sublime, a mi entender,  cuando formula un deseo:
“Entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores “,
Pues eso, que aniden, que anide su maravillosa pluma, que siga anidando en todas aquellas cabecitas que han tenido la fortuna de topar con él.


ADVERTENCIA AL LECTOR

El autor no responde de las molestias que puedan causar sus escritos:
aunque le pese
el lector tendrá que darse siempre por satisfecho.
Sabelius, que además de teólogo fue un humorista consumado
después de haber reducido a polvo el dogma de la Santísima Trinidad
¿Respondió acaso de su herejía?
Y si llegó a responder. ¡Como lo hizo!
¡En qué forma descabellada!
¡Basándose en qué cúmulo de contradicciones!
Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
la palabra arcoíris no aparece en él en ninguna parte.
Menos aún la palabra dolor.
La palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel.
¡Ataúdes! ¡Útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
Porque , a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.

Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wietgenstein
pueden darse con una piedra en el pecho
porque es una obra difícil de conseguir:
pero el Círculo de Viena se disolvió hace años,
sus miembros se dispersaron sin dejar huella
y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri di la Luna.

Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:
“¡Las risas de este libro son falsas!”, argumentarán mis detractores.
“Sus lágrimas, ¡artificiales! “
“En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza”
“Se pataleta como un niño de pecho “
“El autor se da a entender a estornudos”
conforme: os invito a quemar vuestras naves,
como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto.
“¿A qué molestar al público entonces?”, se preguntarán los amigos lectores:
“Si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos,
¡Qué podrá esperarse de ellos!”
Cuidado, yo no desprestigio nada
o, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista,
me vanaglorio de mis limitaciones
pongo por las nubes mis creaciones.

Los pájaros de Aristófanes
enterraban en sus propias cabezas
los cadáveres de sus padres.
(Cada pájaro era un verdadero cementerio volante)
A mi modo de ver
ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia
¡Y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores!.
                                                                                NICANOR PARRA
                                                                        Poemas y antipoemas

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