Llueve con ganas
tamborilea en el paraguas,
gotean las hojas.
RMA
Sentía que debía reconciliarse
con su universo,
tumbarse en el suelo
y sentir el frío de la tierra
llamando a sus huesos,
cómo su pelo se hunde en el barro
simulando echar raíces,
esperar que pase el ocaso
y empiecen a brotar las estrellas
en el lienzo azabache,
con ansiedad infantil buscar la suya,
por ningún rincón aparece.
Siente un gélido puñal en el pecho
un desprendimiento de luna
con muy mala suerte.
Está claro, ha de hacer las paces
con su universo.
RMA
Cada uno busca su luz, sino que se lo digan a la legión de insectos que huyendo de la fría oscuridad de la noche, al ver una hoguera se arremolinan en torno a ella, buscan el calor de su luz, un punto que les sirva de referencia, un sueño que creen va a ser mejor que su insulsa existencia, por el simple hecho de estar mejor iluminado y creer que así van a poder ver más, aunque al final terminen cegados por tanta luz y achicharradas sus alas, que se lo pregunten a Ícaro.
¿Nos hace egoístas la edad?
No será que aupados
al montículo
que forman los años,
cual monte “Testaccio”,
aunque difuso aún
se adivina ya, donde
termina el ocaso.
Será que el miedo
y la impotencia nos incitan
a aprehender con exigencia
cada gota de cariño
cual vampiro sediento
al clarear el alba.
RMA
Solo de ti,
pues nunca nadie
podrá compartirla,
arrebatártela,
ni tan siquiera olerla
o acariciarla,
y tan solo unos pocos
sabrán su existencia,
solo tuya
y como flor,
efímera.
La próxima será distinta
e igualmente única
e igualmente,
solo tuya.
RMA
Te plantas ante el espejo
como cada mañana y un tipo
despeinado y legañoso
se te queda mirando
con cara de pocos amigos,
malencarado, le preguntas
sin pronunciar palabra,
intuyes que te lee la mente,
que ya sabes la respuesta.
¿Quién demonios eres?
¿Qué es aquello que pretendes?
Te pareces tanto a mí
y aún así no consigo saber
a qué narices persigues,
quién está detrás de ti,
qué es aquello que te empuja
a dar el salto cada mañana
a enfrentarte en este espejo
con un gruñón despeinado.
El próximo día pregunta,
pregunta si te atreves.
RMA
Se me está haciendo vieja, mi vieja neurona, se está
volviendo chocha, pues no va el otro día y la descubro, que como escarpias
tenía las dendritas, el axón moqueando y el soma ojiplático, todo, porque
bajando al alba, de la sierra, estaba Córdoba sumida en una intensa niebla, un
inmenso manto blanco, que visto desde arriba, era un mar de nubes, pespunteado, por
aquí o por allá por alguna que otra luz de la ciudad.
El suave contorno, al fondo, de la campiña dibujado
por un cielo intensamente rojo, surcado, poco más arriba, por una franja de
nubes altas, negras como mi corazón y como guinda, en lo más alto, el lucero
del alba.
Hocica el suelo
desde bien temprano
el jabalí.
RMA
Se fue a reposar tranquilamente
al rincón perdido de un estante,
llegó volando con sus alas
trasquiladas, imperfectas
chamuscadas y algo cansadas,
¿Hasta cuando en su rincón?
Solo hasta que decida alguien
que debe caminar hasta el borde
para emprender el vuelo
o bien para saltar al vacío
probando así la suerte,
retando así al destino
de, al volver a abrir sus alas
de nuevo ser leído.
RMA
¿De que nos vale
encerrar nuestros sentimientos?
¿Meter nuestro corazón en una jaula
para protegernos?
Considerado un signo de debilidad,
desde pequeños nos dicen
los hombres no lloran,
no sienten dolor.
No debes sentir enfado
pues te asemejarás a un viejo agrio,
ni excesivamente alegre
pues parecerás un loco.
Tampoco se puede
sentir que tienes suerte
pues te tendrán envidia,
ni sentir esta
pues serías mala persona.
Tampoco en exceso
habría que sentirse infeliz
te llamarán amargado,
ni podría sentirse abatido
incapaz de alzar la cabeza
pues el camino en sí
es largo, muy largo.
¡Démonos el derecho a sentir!
Si puede que pueda volar con el alma,
si podemos sentir
frío o calor,
hambre o sed,
sed de amor
o frío en soledad,
deberíamos poder sentir
por entero el universo.
RMA