Abandonado en una silla
hasta por su propio dolor,
cabeza gacha,
mirada perdida,
siente la furia del chaparrón.
Moja la lluvia su pelo
se adhiere a su frente y el agua
confunde las lágrimas,
no así el dolor.
Hombros caídos,
aún más que el alma,
la ropa mojada
cala los huesos,
las nubes, tan grises
le roban la luz,
la silla en el patio
arraiga en el suelo
los brotes le atrapan,
continúa lloviendo.
Surge una rama
que atraviesa su pecho,
consume sus carnes,
apropia sus huesos,
el agua cae, no cesa,
saca lustre a su calavera.
La rama en el pecho
por su órbita asoma,
dibuja una hoja
y otra y después otra;
Al final, muy osada
termina ella
dibujando una rosa.
RMA
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