Nunca he sido un lince en eso de la observación, pero llevo un tiempo que me viene a la cabeza algo que siempre observé y nunca presté la suficiente atención en cuanto al comportamiento animal.
No sé si alguna vez he contado que me crié un poco "asalvajao" allende las montañas, hacía rabiar a terneritos, exploraba atalayas con mi fiel escudero Jackie o navegaba en barquitos de hoja de caña por las turbulentas aguas de unas acequias, cuyo origen se remonta a tiempos de cuando los moros hoyllaban estás tierras.
Entre bichos y bichos siempre había alguna gallina llueca, era fantástico, ver con que sumo cuidado se posaba en el nido y la alegría cuando tras veintiún días los pollitos comenzaban a salir del cascarón y cómo estos seguían a la gallina.
Está les daba un máster en vida “gallinil”, este gusano se come, está hierba no, ese grano está de muerte y si ves al gato ¡corre!, etc, etc.
Hasta aquí más o menos todo normal.
Lo que no entraba en mi mente infantil (creo que era ya terminando el máster), era que, la gallina llegado un determinado momento, picaba a sus polluelos para que se alejasen de ella, como diciéndoles que se fuesen, que el máster en vida “gallinil” había llegado a su fin y que ya estaban preparados, que ya sabian volar por sí solos.
¡Pero las gallinitas y los gallitos no pueden volar!.
Esa lombriz
que asoma en la tierra,
pica el pollo.
RMA
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