Las aguas,
sobre todo las turbias
hay que dejarlas correr,
cuando intentas retenerlas
se corrompen y al final
terminan envenenándote,
o en el mejor de los casos
amargándote el paladar
con el que has de beber,
de saborear el agua
cristalina y fresca
del manantial de la vida
que es la que al fin
habremos de tomar.
RMA
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