Las horas mueren
en un reloj, presas,
enredadas en el bucle
infernal de unas manecillas,
al ritmo machacón
que marca un péndulo
indeciso, que oscila
entre luz y oscuridad,
izquierda, derecha,
tic-tac, tic-tac.
incapaz de encontrar
el equilibrio necesario
para detenerse,
quizás,
mirar.
Aunque, tal vez
no lleguen a morir,
simplemente pasan
y los que están a su lado
por su ritmo hipnótico
quedan subyugados,
son vampirizados,
sirven de aperitivo
a ese íncubo vampiro
llamado tiempo.
RMA
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