Os quiero contar una pequeña historia. Hace mucho, mucho tiempo, tanto que no sabía ni que me gustaba leer, andaba yo por la EGB, no recuerdo el curso, ni nada más del libro de texto, solo que aparecían poemas, de los cuales uno me llegó tan hondo que logré aprendérmelo.
Pero claro, luego llega la neurona con las rebajas (sí, sí, sólo una y además un poquito vaga)
y de todos los versos sólo se quedó:
Que no sé cuándo es el día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor,
matómela un Ballestero
dele Dios mal galardón.
Le perdí la pista, no sabía ni de quien eran, tan solo sabía que se me habían quedado grabados en el alma y que los había hecho parte de mí.
Cíclicamente volvían a mi cabeza, me admiraba su delicadeza, a la vez que su dureza, sobretodo la del carcelero, pero a la vez tan real (Con la de carceleros que nos encontramos en el mundo). Pero mi corazón siempre recalaba en el canto del ruiseñor, la generosidad con la que este regalaba su voz y su belleza, en la que casi nunca reparamos. También en el prisionero (Al que yo siempre imaginaba como a un aguerrido guerrero) que tenía la suficiente sensibilidad como para reparar en una simple avecilla y en la belleza de su canto.
Al cabo de muchos años y debido a mi manía por los libros (en casa siempre fui “El tonto los libros”) la diosa fortuna quiso un día que me topara en un mercadillo de libros viejos, que no antiguos, que se titulaba: “Antología de la literatura andaluza” volumen uno (Víctor L. Sanz y Juan A. Sánchez) y ¡ohhh! suerte la mía, me encontré con “Glosa al romance del prisionero” de Garcí Sánchez de Badajoz, nacido en Écija (Sevilla) sobre el año de 1460 y que viene a entregar su alma a Dios sobre 1526, en Badajoz.
El romance versa así:
GLOSA AL ROMANCE DEL PRISIONERO
Si amor libre estuviera,
no sintiera mi prisión,
y si fuera donde os viera,
fuera gloria mi pasión.
Lo que más me desespera,
más de todo mi dolor,
Cuando siento más desmayo,
por el mes era de mayo,
cuando hace la calor.
El que tiene lastimado
el corazón de pesar,
en el tiempo aparejado
para más placer tomar
vive más desesperado.
Tal estoy en llamas de amor,
vivo como salamandria,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor.
He de verme así cautivo
en todo sin libertad,
es la vida que yo vivo
menos de mi voluntad
que la pena que recibo;
Que en pesares y dolor
veo mis días gastados,
cuando los enamorados
van a servir al amor.
En el tiempo de las flores
cubren los campos
de extrañas, lindas colores,
y comienzan ya las aves
a cantar por los “altores”;
Todos viven sin pasión,
Todos andan sin cuidado,
“dino” yo, triste “cuytado”,
Que vivo en esta prisión.
En la cual la luz no veo
no viéndoos a vos señora;
Y sin veros, no la creo;
ni la noche sola una hora
no la duermo de deseo;
Y de “aquesta” ocasión
tal esto, señora mía,
Que ni sé cuándo es de día
Ni cuando las noches son .
No sé de mí que hacer,
ni el morir no me socorre;
¿Quién podrá al peso tener
el cuerpo en “aquesta” torre
y el alma en vuestro poder?
De estas penas la menor
Fuera imposible sufrirla,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Esta es la breve esperanza
que en vos, señora, he tenido,
que ya por mi mal andanza
la ha tirado vuestro olvido
y muerto en vuestra “membranza”.
Ya no espero redención,
que en su muerte desespero;
matómela un ballestero
dele Dios mal galardón.
De mi dicha no se espera
que alcance cosa que quiera.
Y pues ya está conocida
mi esperanza “ser perdida”.
Quiero desear la vida
por tener cierto que muera;
más mi alma recela
que, según mi dicha vela,
no le entiendan la cautela,
y que lo que quiero quiera.
Nada que ver con lo que mi neurona había “almacenado”, pero, ¡qué más da! sigue siendo precioso, varía un poco la prisión, pero ¡qué más da! Con lo que quiero quedarme es conque a mí me sirvió para soñar y para buscar la poesía y la belleza en los lugares más insospechados y para descubrir que cuando menos lo esperas te topas con eso que llevabas tanto tiempo buscando y soñando, consiguiendo así que te llegues a sentir por unos segundos la persona más afortunada del mundo.
RMA
PD:
Ese manoseado y viejo libro es ahora uno de mis pequeños y más valorados tesoros (aunque el romance no sea tal y como lo recordaba, ¡maldita neurona! ).