No somos carne y huesos,
nuestro ser no es la materia.
A la cerdita Peggy
o al insigne Sherlock Holmes
cualquiera los reconocería,
incluso para este último
existe una casita
donde supuestamente vivió,
en real, bonito y duro ladrillo
y hasta seguro existe una palangana
donde ponía en remojo
sus insignes pinreles,
cuando en verdad fue fruto
de Sir Arthur, de su mente.
Si no se tiene nombre,
es que no se existe,
en el código o lengua que sea,
todo, todos somos palabras.
Hagamos una sencilla prueba,
imagina esa idílica playa
donde desearías posar tus huesos,
descríbela con sumo detalle,
pero ten bien presente
que lo que olvides nombrar
simplemente no existe.
Al fin, somos solo la palabra,
quizás un pensamiento
de alguna mente privilegiada.
RMA
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