Volver, recordar,
es tan inútil como pedir
al espejo la imagen
de lo que un día fue un rostro,
da igual que este
fuese tuyo o del vecino,
sea, de hace un momento
o de cuando tú
aún eras un crio.
Volver, recordar,
tan inútil como la tierra
que pretende asir la sombra
que un sol, un día
dibujó sobre ella.
Volver, misión imposible,
como aquel pobre lunático
que se entretuvo
en girar las agujas del reloj
en sentido contrario,
con intención de aferrarse
a esa mirada, que un día
le dibujó una sonrisa,
le dio la vida.
Recordar la singularidad
de cada segundo,
de cada mirada
y cada sonrisa,
de cada destello
que le arranca el sol
a la superficie del agua.
Llegamos a este mundo
como inmaculados soñadores,
como una hoja en blanco
donde ir dibujando sueños
con la misma facilidad
con que la tierra sedienta
devora el agua.
Aún sin llegar a saberlo,
sin ser conscientes de ello
cada poro de la piel
de un bebé recién nacido,
es un hermoso sueño.
Veníamos siendo por entero
sueños y más sueños,
es cuanto necesitamos
para adelantar un pie
y dar el siguiente paso.
RMA
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