Sonrisas,
desde la lejanía del tiempo
atrapadas entre la esquinas
de una ajada cartulina
que se va tornando sepia,
a diferencia de la piel
que en ese congelador del tiempo
continúa aún siendo tersa
pues nunca se poblará de arrugas,
esas que llaman de sabiduría
y que yo particularmente
denomino arrugas de intemperie
por aquello de los azotes
que nos suele regalar el tiempo.
Sonrisas desde la lejanía
del tiempo y otras
desde un poco más allá.
RMA
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