Miramos mucho, con deleite las luces
que decoran e iluminan nuestras calles,
árboles, fachadas, escaparates…
aunque solo iluminen sus fauces.
Miramos mucho y con placer la fiesta
que celebramos en casa, en los bares
o en ricos y lujosos restaurantes
sin llegar a ver, sus enormes fauces.
Miramos mucho menos hacia dentro,
a ese otro hueco, que en ocasiones late
y que gracias a él avanza este orbe.
Miramos mas bien poco al verdadero,
no al de plástico, resina o chocolate,
miremos al auténtico pesebre.
RMA
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