Cada vez se tensa
más la cuerda,
se va habituando
a no respirar,
ya considera factible
la no tan remota
idea de saltar.
No es la soga
alrededor del cuello
lo que más aprieta,
no es el ahogo
del alma que huye
en pos de su estrella,
no es la opresión
en el pecho,
de un corazón
que ya no galopa.
En la penumbra
la falta de luz,
lo que más aterra.
RMA
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