Derrocha la vida
no ya, lamiendo sus heridas
pues al fin y a la la postre,
la saliva cauteriza.
Mas bien bien su afición
a reabrir y hurgar,
a no permitir que sane y cierre,
que cese el manantial purulento
que surja una cicatriz,
aunque fea, una cicatriz,
que la acompañaría de por vida
pero al fin solo eso,
que le haria trastabillar,
sentir infinito dolor,
mas no trabaría sus pasos,
no cegaría su camino.
RMA
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