Al común de los mortales, la simple mención, o la vista de una guadaña, le pone los pelos de punta, les trae a la mente historias de muerte y de dolor.
Una señora de negro que nos viene a decir que la vida es solo paréntesis entre la nada y la oscuridad, un rayo de luz entre tinieblas, un valle por el que hemos de transitar, que ella es infinitamente paciente y testaruda, pues fue capaz, durante tres días, de arrebatarle la vida al mismísimo Dios.
Así que ahora voy a seguir demostrando que soy un bicho raro.
Se ve que no soy muy normal, pero eso sí, mortal, pues a mí me trae los aromas que el sol levanta del campo junto al relente de la mañana, a mañanas de siega (con dolor de espalda incluido) y aromas a hierba recién cortada, a liebres y gazapos que saltan espantados para huir, por considerarte una amenaza.
Trae cantos de perdiz, colorines, tórtolas, tifas, vejetas ... Tantos.
Me trae el croar junto a charcas, arroyuelos o estanques, a pies embarrados y aire fresco, cristalino.
A mí, al contrario que a mucha gente, la guadaña me trae recuerdos de vida.
Siega a su paso
la espiga ya preñada,
salta el gazapo.
RMA
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