La vida lo dejó de lado,
no encontró su sitio,
anduvo perdido mucho tiempo
sin saber dónde posaría sus huesos
ni hacía qué recóndito lugar
zarparían sus sueños.
Le dio de lado la vida
y él a ella le dio la espalda.
Quemó sus alas descendiendo
a simas infectas
donde el común de los mortales
no osa ni a tirar sus miserias.
Quemó su carne, vendió su alma,
pulverizó sus huesos sobre papel de plata.
Anduvo rodeado de vapores
de funestos excesos y afectivas carencias.
Descansa, de esta vida descansa
y recuerda, mirar la otra de cara.
RMA
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