Páginas

miércoles, 5 de mayo de 2021

Canícula

 

 

 

Los meses de canícula por aquí abajo suelen ser memorables, aún ahora, cuando, como las ranas que saltan de charca en charca, nosotros vamos de aire en aire (acondicionado se entiende), pues bien, vamos a intentar hacernos una idea, en un pueblecito aún más al sur, donde lo más que existía eran abanicos y los aires acondicionados no aparecían ni en las películas (para que así no nos diese gana), la mejor manera de burlar un poco el calor, era buscar una buena higuera, a poder ser junto a una acequia y en su sombra dejarte arrullar por la corriente, o buscar un emparrado en el patio o en el llanete de una casa. Si ya estabas en casa, lo mejor era buscar refugio en la sala baja, donde menos osase a llegar la luz del sol, cerrar puertas y ventanas, bajar persianas y cerrar cortinas y en esa penumbra, los más pequeños intentar hayar el sueño y olvidar las ganas de juego.

En los días que más apretaba, las noches eran un suplicio entre el calor y el sudor, la costumbre en mi casa, como tenía un gran emparrado en el patio, era bajar un par de colchones y ponerlos en el suelo bajo la parra. Para los más pequeños era toda una aventura y un juego el imaginarnos mil viajes en los que teníamos que dormir bajo las estrellas.

Con los años, imagino, sería una gozada para  mis padres, el sentir nuestras risas y cuchicheos en la serena oscuridad de la noche, bajo un techo de hojas por donde se colaban las estrellas, entre los colgantes e incipientes racimos de uvas y la frondosidad de las hojas.

Por cierto, como no nos tapásemos se pasaba frío.

 

Si hay un paraíso

ese fue en la infancia,

noche emparrada.

                   RMA


1 comentario: