Me contaron no hace mucho
la historia de un Jardinero
que cuidaba con esmero
cada una de sus plantas,
ya en macetas, jardineras,
en arriates o en terrazas,
les buscaba un huequecito
sabiendo bien sus preferencias.
Había unas que le pedían sombra
para mostrar su hermosura
pues los rayos de sol
lastimaban su belleza,
otras en cambio, preferían sol
para así abrir sus pétalos
y poder mostrar al mundo
toda su luz y esplendor.
Unas requerían más agua,
otras, tan sólo humedad,
así que a todas ellas les venía a dar
aquello que más necesitaban
teniendo además la facultad,
este jardinero divino,
la infinita sabiduría
de conocer el justo momento
en que cada una de ellas
se habría de recolectar,
no atendiendo a su apariencia
sino más bien al fruto
que atesora en su interior.
Esa es su magia, su Don,
el Don del Jardinero Divino,
recolectar las esencias
en el justo momento
de su óptima maduración.
RMA
No hay comentarios:
Publicar un comentario