Lejana y fría
allá en lo alto brilla,
quizás por eso
aún más evocadora
es su luz y su calor.
Repica el cielo bajo las alas
de un negro murciélago
que se afana en alcanzar
cual luciérnagas juguetonas
esas lucecitas blancas
que tachonan el cielo,
mientras, a ras de suelo
el crudo invierno se ceba
en aquella pobre vegeta
que no halló un terrón
que la librase a tiempo
de la mañanera escarcha.
RMA
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