No vivimos,
somos vividos,
como la llama
que consume el pavilo.
Por dentro arde
la vela, llorando
lágrimas de cera.
Los días, los minutos,
creemos que pasan
cuando en verdad
se alimentan, con cada
uno de nuestros suspiros.
Estamos sumidos
en esa broma macabra
en que nos creemos
el lecho del río
cuando sólo somos
el agua que pasa.
No vivimos,
somos vividos,
consumidos
arrastrados.
RMA
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