Como el acantilado
que se entrega
al húmedo beso
y a la caricia constante
de la Mar
y su oleaje.
De apariencia altivo
y a su vez preso
de una belleza
y de una fuerza
que en su empuje
le sacia,
le colma
y le empapa
cada poro,
cada hueco,
cada piedra,
cautivo,
mientras observa
como esa espuma
blanca y salina
vence y pule
inagotable
cada una de sus aristas.
Extasiado,
con la caricia continua,
sin saber porqué,
de soslayo, mira
la playa contigua.
RMA
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